Día a día salen cargados con sus mochilas llenas pero últimamente regresan con lo mismo y unos pocos euros para subsistir. Son los llamados manteros, “trabajo” mal mirado por muchos en público pero recurrido por una buena parte en lo privado.
Todo el barrio le llama “Makelele” por su parecido o no tanto al corpulento futbolista francés de raza negra que militó en el Madrid a principios de esta década. Nadie sabe como se llama aunque creo que a nadie le interesa demasiado. El dice que es de Senegal, de un pueblo cercano a Dakar otrora punto importante en el famoso Rally hoy desarrollado en tierras sudamericanas por temor por parte de la organización a ser blanco de ataques piratas o atentados terroristas.
La suspensión del circuito ha traído mas pobreza a su pueblo, antes al menos en el mes que se realizaba la carrera sus compatriotas podían vender las artesanías que preparaban durante el año y tenían para vivir el resto de la temporada. Hoy viven de lo poco que les da el mar y de las cada vez más escasas remesas que llegan desde Europa.
Son las 10 de la mañana y por una de las calles del casco antiguo de Madrid decenas de personas salen raudamente de un viejo portal con miradas desconfiadas y cargados de mochilas con mercancía de dudosa legalidad. Entre ellos nuestro protagonista.
Son los llamados manteros. “El trabajo está malo”, dice mirando para todos lados mientras abandona el lugar. Pero no nos gusta robar, el Islam lo prohíbe, Sentencia.
“Hace unos años podíamos ganar ochenta o cien euros en un día pero hoy no llegamos ni a los tres euros por jornada”. La mayoría de los profesionales del “top-manta” como se le denomina a los vendedores ambulantes de piezas falsificadas de ropa, material audiovisual, perfumes etc, son de origen subsahariano, aunque también hay muchos magrebíes y asiáticos además de una minoría de sudamericanos.
Makele dice que en el día puede recorrer cuarenta bares o más, la gente lo conoce como parte de la normalidad del barrio, “hasta me hacen encargos y me piden rebajas”.
No reconoce haber estado en prisión por su trabajo, pero con respecto a esto dice que no tiene miedo. Tiene que hacer algo para comer él y sus dos hijas en su país.
Los manteros en el caso de los cd´s pagan alrededor de cincuenta céntimos por unidad a quien les provee la mercancía y ellos ganan uno o dos euros con la venta al público. La Guardia Civil en el último tiempo ha hecho grandes decomisos de este tipo de material en Madrid, principalmente en la zona de Lavapiés y aledaños, pero la venta sigue.
Quizá el peor enemigo de ellos como no, también ha sido la crisis, “la gente va menos a los bares y se baja las películas en casa”. No pueden acceder a otro trabajo; cuando había ofertas, la mayoría trabajaba de ferrallista en la construcción de carreteras y edificios pero hoy sin papeles y sin oportunidades de trabajo no pueden hacer casi nada. Muchos los discriminan por razones tan ridículas como su color de piel o su mal castellano pero también por el trabajo que realizan.
Muchos llegaron en busca de un porvenir en Europa y la piratería les ha dado algo de tranquilidad pero hasta cierto punto, saben que están faltando y haciendo daño a otros pero es lo que les ha dado esta sociedad, la posibilidad de venir al primer mundo a ganar tres euros para comer y pasar el día.
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