
La carta había salido de Viña del Mar un 3 de noviembre de 1986, y la dirección del remitente era de mi añorado Forestal. Forest Hill para los entendidos...
Quien la envíaba era una desconocida para mí de 13 años, que decía llamarse Emilia, pero además aseguraba ser mi hija.
Me pedía con una mala caligrafía que por favor le reconociera, que lo único que quería era mi apellido y que le daba mucha pena cada vez que en la escuela le llamaban guacha por no tener un padre y llevar sólo los apellidos de su madre.
En compañia de mi cama, un retrete y mi cada vez más afectada conciencia leí hasta memorizar la carta de Emilia y no sin dudarlo, firmé los papeles que me adjuntaba... le estaba dando la satisfacción de tener un padre, o al menos un apellido. Además de unos pocos dólares que guardaba para cuando dentro de unos meses saliera a la calle tras cumplir por mis faltas con la sociedad.
Hoy con 72 años sueño con ella, no logro ponerle cara, no sé quien es. No volví a recibir carta ni nada que se le pareciera de su parte. No lo merezco, pero lo espero en mi soledad. Con los años sí espero y me gustaría que alguien me esperara... ojalá ella lo hiciera donde quiera que esté...
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